¿Es la vida una ilusión?
Leucipo, un filósofo griego, que era de pensar, se dio cuenta de que las matemáticas permitían dividir infinitamente una distancia en dos, lo cual le dejó en un estado catatónico, parecido a cuando Windows se cuelga. Cuando volvió en sí, se le ocurrió la idea de que tendría que haber un momento en que el espacio y la materia no se pudieran dividir más; a esta imposibilidad de dividir más la materia la llamó átomo, que significa indivisible. Ese fue el primer esbozo de la teoría atómica. Leucipo y compañía creían que la materia estaba compuesta de trocitos diminutos e indivisibles. Durante siglos no se le hizo mucho caso, pero a principios del siglo pasado sucedió algo realmente sorprendente, se descubrió el átomo de una forma científica a cargo del grandioso Max Planck. A partir de aquí, la visión de la materia y su naturaleza cambió copernicanamente. No solo estamos formados de bolitas unidas entre sí por energía, además estas bolitas o paquetes de energía se comportan de una forma que escapa a la comprensión y experiencia racional. Estas partículas se comunican entre ellas más rápido que la luz; están y no están a la vez y, por si fuera poco, se ubican en todas partes simultáneamente y solo se definen si un observador consciente interactúa con ellas. El cuerpo humano, como toda la materia, está formado por átomos tan pequeños, que si los juntamos hasta que se toquen, usted no mide más que un grano de arroz, pero pesa lo mismo. ¿Es la ciencia objetiva? La reflexión ineludible es que no, pues toda observación (que es en lo que se basa la ciencia), altera el resultado. No existe la física, todo parece ser metafísica. Si la ciencia postula que la energía se transmite intermitentemente en cantidades discretas o cuantos y usted es energía, es de lógica pensar que usted está y no está; en su viaje hacia el futuro aparece y desaparece constantemente, lo cual implica que seguramente usted y todo lo que le rodea no existe, materialmente hablando. Esto plantea cuestiones filosóficas bastante interesantes. Einstein se quedó divagando intentando solucionar el problema de la objetividad hasta su muerte, pues los fenómenos cuánticos atentan contra la realidad, la localidad, el espacio, el tiempo y por ende a la velocidad, quedando en entredicho sus teorías. Madre mía que follón. ¿Resultará que todo es un sueño? ¿Y la muerte?, seguramente no existe, porque sencillamente no estamos vivos, solo nos lo parece.
A. Boada